Monday, November 13, 2006

"La tranquera blanca"

Recopilación de Claudio Arias

Todos los pueblos tienen el recuerdo de acontecimientos que, con el transcurrir del tiempo se convierten en leyendas. Lógicamente quienes las cuentan van agregando al suceso matices de su imaginación, cada cual lo relata como lo escuchó o lo interpretó, por lo que el hecho en si va sufriendo transformaciones. Lo mismo sucede con los nombres de los diversos personajes que de una u otra forma difieren de los originales.
El paraje "Tranquera blanca" esta ubicado a unas dos leguas y media de Parera (unos 13 kilómetros) con rumbo sud-oeste donde llegaba a principios del siglo XX el llamado "Camino real", única y antigua ruta para viajeros, carros o chatas, estas últimas acareaban leña, postes, carbón, en fin, todo el producido de la explotación forestal de las inmensas extensiones de montes de caldén y algarrobo; la leña se llevaba muy lejos y servía para ser utilizada en usinas, molinos harineros, panaderías y consumo Gral.
La "Tranquera blanca" era llamada así simplemente por estar o haber estado pintada así, de ese color y era la entrada obligada a San Marcelo donde estaba gran parte de esos obrajes y era el lugar obligado de reunión de carreros de lugares lejanos y cercanos. Muchas veces, por distintas causas surgían diferencias que, a veces, terminaban en peleas y así sucedió una noche del mes de junio de 1914 en que vaya a saber por que se entabló una discusión entre Rufino Maidana y José María Uriarte, quien era recibidor de madera de la firma Morales Hnos. de la población de Intendente Alvear. La cuestión fue que en el calor de la discusión, Maidana, hombre violento y rápido para el facón, asestó una certera puñalada a su ocasional adversario el que falleció prácticamente en el acto, ante las miradas casi indiferentes de los presentes que fueron testigos del sangriento hecho.
Como se estilaba entonces: los muertos eran sepultados en el lugar, envueltos en un cuero vacuno, sacado del campo mas a mano, la carne del animal se asaba en un póstumo homenaje al "difunto", y... mañana seria otro día. Pero sucedió que un viejo que presenció el caso se acerco al autor del homicidio y le dijo: -Vea don, a partir de hoy usted no va a vivir ni a dormir tranquilo, porque ese hombre no tiene la posición que debe tener un finado, la cabeza debe estar siempre para el norte, y aun así le ha de traer disgustos. Maidana se fue a dormir debajo de su chata, pero, preocupado por las palabras del viejo se levantó, se acercó al muerto que todavía no había sido preparado para la sepultura y limpiamente le cortó la cabeza la que arrojó entre unos matorrales y luego siguió durmiendo como si nada hubiese pasado. Al otro día los encargados de sepultar a Uriarte se llevaron la sorpresa de encontrarlo sin cabeza. La buscaron por los alrededores y al no dar con ella ataron el criollo ataúd y lo sepultaron cerca de la tranquera pero sin dejar ninguna cruz ni señal que recordara su memoria.
Andando el tiempo y al cumplirse aniversarios de la muerte se empezó a comentar que el cuerpo de Uriarte salía por las noches a buscar su perdida cabeza mientras se oían raros quejidos que, según dicen "ponían los pelos de punta". Es así que al aproximarse esa fecha, nadie hacía noche en los alrededores y muchos encendían velas en recuerdo del fallecido. También por intermedio de una famosa curandera de la zona le hacían promesas por milagros y ayudas que le pedían. Hubo viejos memoriosos y por sus dichos muy corajudos que aseguraban haber visto a la distancia el cuerpo del muerto que entre gemidos buscaba su cabeza.
Hoy han pasado muchos años, la legendaria tranquera desapareció y solo algunos viejos se refieren a ese cruce de caminos con el antiguo nombre y el mismo rumbo siguieron los carros y chatas que transitaban el -hace años desaparecido- "Camino real", los montes se han reducido mucho por la quizás exagerada explotación forestal y los testigos de aquellas historias han engrosado la lista de los que nunca vuelven. Solo quedamos algunos ansiosos de nostalgias tratando que estas viejas leyendas no se borren en el tiempo, nada mas y nada menos que eso, que, como la cabeza del vasco Uriarte no se esfumen en las llanuras de Parera.

Adrián.

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